El error de imprenta
¡Compañeros cajistas
y trabajadores de la prensa!
Yo, Frank Steiman,
Jefe de Imprenta,
habiendo trabajado cincuenta
y siete años en el oficio,
y servido cinco años como presidente
del Consejo de Impresores
de Holliston, en pleno uso
de mis facultades mentales
pero cercano a la muerte,
dejo esta recomendación
relativa a la naturaleza
de los errores de imprenta.
Primero: sostengo que todos los libros
y todo material impreso
adolece de errores, obvios o no,
y que esos son sus más
significativos componentes,
que no deben ser manoseados
por la vanidad e ignorante
desatino de académicos
correctores de pruebas.
Segundo: sostengo que hay
tres tipos de errores, en orden
ascendente de importancia:
Uno: errores fortuitos
producidos por la temblorosa mano del impresor
que no deben ser corregidos imprudentemente
por tontos profesores
y otra canalla semejante
porque el temblor es parte
de la misma creación divina.
Dos: el silencioso, templado sabotaje
del impresor,
el trabajador manual,
cuya protesta
a veces toma esta
forma histórica,
interferencias solapadas
que no deben ser corregidas
por la mano censora
de un segundo y de lejos
más ignorante saboteador,
el corrector de pruebas.
Tres: errores
producidos por el toque de Dios,
divinas y a menudo
oscuras correcciones
de libros enteros por
casi imperceptibles cambios
de letras aisladas
a veces significativas pero
a cerca de los cuales lo menos dice,
por medio de comentario preventivo,
lo mejor.
Tercero: sostengo que las tres
clases de error,
errores por caso fortuito,
errores por la protesta de trabajadores,
y errores por
el toque de Dios,
son en la práctica
iguales e indistinguibles.
Por consiguiente Yo,
Frank Steinman,
tipógrafo
por treinta y siete años,
y por ocho maestro auxiliar
de la Gremial de Holliston,
en pleno uso de mis facultades
físicas y mentales
y próximo a morir
solicito la abolición
de todo el trabajo editorial
qualesquiera
y la manumisión
respecto de toda corrección de pruebas
para dejar lo que estaba
como estaba, y así se convierta,
excepto en el caso de que se edite
a sí mismo como error, y sea
por lo tanto, también, divino.
Aaron Fogel, traducción de Javier Acosta, Tomado de la revista Posdata, Año 9, Número 7, Julio de 2011, páginas 22 y 23.
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