Diez años de soledad
“La banda norteña, los carros del año, las mejores plebes, las traigo a mi lado…”
En un extraordinario esfuerzo por sintetizar los últimos 200 años de la historia de México y la invitación a no olvidar que somos hijos del maíz, un show de luces proyectó sobre íconos postales momentos emblemáticos de la biografía de esta nación: fastos de vencidos y anales de victorias, Yo México. Sin embargo, lo último trascendente que arroja es un cometa que brotó de los escombros del Regis y Televicentro, la solidaridad hecha topo.
A pesar de la duración, el espectáculo camufló la última década del siglo XX y los primeros años del tercer milenio y fueron imperceptibles el color de la tierra, los pasamontañas y la transición democrática; con esto se hizo eco de la etiquetada década perdida del nombrado innombrable. En un intento por interactuar con el público, un karaoke gigante invitaba a corear las líneas de aquella canción que interpretara Pedro Infante bajo la regadera en la película A toda máquina: Si te vienen a contar cositas malas de mí, manda a todos a volar y diles que yo no fui…
Así, culminó la pasarela de imágenes y sonidos que evocaba lo mejor de lo que fue y no será, sin más proyección que la de luces multicolor, sin poder definir en narraciones multimedia la situación actual del país, sin encontrar el soundtrack para casi 40 mil ejecutados en una guerra que se antoja necesaria, sólo para reactivar economías traficando armas; sin saber como se escucha el analfabetismo funcional y voluntario; sin descubrir los acordes para musicalizar un eterno retorno a los ratoncitos verdes; sin reconocer que hoy la espanta-bueyes, el puro tamborazo, es la música ligada a los recuentos, apología de realidades cercanas y futuros inciertos:
“…pura buchanita del sellito rojo, me gusta cumplirme todos mi antojos, las playas, las discos y los malecones, palenques y tastes apuesto millones, me sobran amigos por toditos lados, soy gente muy buena de muy alto rango…”
El bono demográfico, como todo lo que tenemos en abundancia, es derrochado, despilfarrado, reclutado por el crimen que sí está organizado, “juventud divino tesoro ¡ya te vas para no volver! cuando quiero llorar, no lloro... y a veces lloro sin querer.”
Paz bajo tierra a los hombres por voluntad y la de otros hombres.